Cuenta la leyenda que, en una exposición mundial en Estados Unidos a principios de los años 1900, el señor Richard Blechynden, dueño de una plantación de té, llegó con grandes expectativas de promocionar su producto a una audiencia internacional. La feria era un evento importante que atraía a miles de visitantes deseosos de conocer productos de todas partes del mundo. Blechynden, convencido de la calidad de su té, tenía la esperanza de que las multitudes se deleitaran con su sabor y que sus ventas alcanzaran cifras exitosas.
Sin embargo, ese verano fue especialmente caluroso, y el sofocante clima no favorecía la idea de disfrutar de una bebida caliente. Los visitantes, exhaustos por las largas caminatas entre pabellones y buscando desesperadamente una forma de refrescarse, no mostraban el menor interés en una taza de té caliente. A pesar de sus esfuerzos por resaltar la calidad de su producto, Blechynden observaba cómo los asistentes pasaban de largo sin detenerse a probarlo.
Al ver sus intentos fallidos y su stock de té sin vender, Blechynden decidió probar una estrategia audaz. Pensó que quizás, si servía el té frío, podría captar la atención de la gente. Así que decidió añadirle cubos de hielo y ofrecerlo como una bebida refrescante, bautizándolo «Iced Tea». Para su sorpresa, la innovación tuvo un éxito inmediato. Los visitantes, sedientos y ansiosos por algo que los aliviara del calor, comenzaron a acercarse a su stand para probar esta refrescante novedad. El té frío causó una verdadera sensación y rápidamente se convirtió en una de las bebidas favoritas de la feria.
La popularidad de esta bebida helada creció tan rápido que incluso se escribió un artículo sobre ella, destacando su alta demanda y la manera en que acompañaba perfectamente las comidas de la época. La frescura y originalidad del «Iced Tea» le valieron a Blechynden un reconocimiento inesperado, y su nombre se mencionó como el creador de esta deliciosa innovación.
Sin embargo, el propio Blechynden aclaró que el concepto no era completamente nuevo. Explicó que en el sur de Estados Unidos ya existía una tradición de consumir té dulce frío, conocido como «Sweet Tea», aunque no estaba ampliamente disponible, ya que en el siglo XIX el hielo era un lujo que solo los más acaudalados podían permitirse. Así, consumir té helado en días de calor era una costumbre reservada para los que tenían acceso a este preciado recurso.
La creación de Blechynden no solo dio inicio a una tendencia que perduraría en el tiempo, sino que también popularizó el consumo de té helado a nivel mundial. Hoy en día, el Iced Tea sigue siendo una bebida amada en todo el mundo, especialmente en climas cálidos, donde se aprecia su refrescante sabor y su historia curiosa e ingeniosa.